Clínica Universidad de los Andes / Noticia

El tabaco causa más infartos que problemas respiratorios

El 40% de la población chilena es fumadora, lo que nos posiciona como el país latinoamericano con mayor consumo de tabaco.
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¿Cómo podemos revertir esta situación? 

La Dra. Cindy Goldberg, cardióloga del Centro de Enfermedades Cardiovasculares, reflexiona:

Generalmente las campañas para dejar de fumar están más enfocadas en las enfermedades respiratorias, que en las cardiovasculares. Sin embargo, el cigarro causa mayor impacto en estas últimas patologías: el 86% de las muertes atribuibles al tabaco corresponde a enfermedades cardiovasculares, 18% a cáncer y sólo el 11% a enfermedades respiratorias. Por lo tanto, es mucho más probable que un fumador muera por algún accidente cerebrovascular o por un infarto al miocardio que por cáncer al pulmón.

El cigarro contiene más de 1.000 tóxicos, entre ellos nicotina, monóxido de carbono e, incluso, arsénico. Cuando una persona fuma el impacto que produce en su salud cardiovascular es la siguiente: aumenta la frecuencia cardíaca, se eleva la presión arterial, se incrementa la actividad de coagulación (que es lo que finalmente determina que se produzca una trombosis), además, produce daño a nivel endotelial de la arteria coronaria y de las arterias cerebrales.

¿Quiénes están en riesgo?

La probabilidad de morir de un evento cardiovascular es el doble en quienes fuman versus un individuo que no lo hace. A medida que la persona va aumentando en edad, el riesgo de sufrir algunas de las patologías cardiovasculares se eleva considerablemente, especialmente desde los 40 años en  adelante. Y si a ello, le agregamos antecedentes familiares como enfermedad cardiovascular del padre antes de los 55 años o de la madre antes de los 65 años, el pronóstico es aún más desalentador.

Sin embargo, no todo está perdido. Si la persona deja de fumar, un  año después de haber dejado este nocivo hábito, bajará en un 50% su probabilidad de morir de un evento cardiovascular. Este riesgo podrá disminuir hasta igualarse con el de una persona que nunca ha fumado, sólo después de 10 a 15 años de haber dejado el tabaco para siempre.

 
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