Actualización al 2022
La escarlatina, también es conocida como fiebre escarlata, es una enfermedad de origen bacteriana, causada por el Streptococcus beta hemolítico del grupo A (SBHGA).
Se caracteriza por un sarpullido rojo en casi la totalidad del cuerpo, con aspecto de piel de gallina. Generalmente comienza en el cuello y se expande por el tronco. Tiende a respetar el triángulo que se forma entre la nariz y el mentón, destacando las mejillas enrojecidas.
Es más frecuente en niños entre 5 a 15 años y si no es tratado de forma correcta, puede provocar trastornos más graves que afectan el corazón, los riñones y otros órganos.
Los principales síntomas de la escarlatina son:
La escarlatina es causada por el estreptococo del grupo A, la misma que provoca la faringitis estreptocócica. Esta bacteria libera una toxina que produce el sarpullido y el enrojecimiento de la lengua.
Su contagio es principalmente a través de gotas que se diseminan al toser o estornudar.
La bacteria antes mencionada se combate con antibióticos. Mientras que los síntomas son aliviados con analgésicos.
Para el tratamiento del Strepctoccocus beta hemolítico del grupo A (SBHGA), se utilizan antibióticos de primera línea muy conocidos en pediatría como amoxicilina, cefadroxilo o flucloxacilina vía oral (VO) por 10 días.
Durante muchos años el tratamiento de elección ha sido la Penicilina Benzatina intramuscular (IM), pero actualmente, se prefiere dejar ese tratamiento para los niños mayores o en situaciones en que no existe certeza de que el paciente pueda acceder al antibiótico oral, ya que el tratamiento con Penicilina Benzatina IM, se aplica una sola vez y se puede colocar en la misma visita al servicio de Urgencia.
Aunque las características clínicas del rash escarlatiniforme (sarpullido), la fiebre y el resto de los signos y síntomas son bastantes característicos, siempre es recomendable confirmar el diagnóstico con un test rápido de SBHGA y un cultivo faríngeo. Ambos exámenes se toman con una tórula o hisopo en la garganta, son poco invasivos y su resultado está listo en una hora el primero y en 48 horas el segundo.
Además del tratamiento antibiótico específico, se utilizan analgésicos y antipiréticos de uso habitual en pediatría como el paracetamol y el ibuprofeno.
Si la enfermedad se diagnostica y se trata a tiempo, evoluciona favorablemente y sin dejar secuelas. De lo contrario, podría provocar daño en otros órganos como las válvulas cardíacas, riñones, provocar abscesos periamigdalinos, etc.
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