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Para realizar movimientos voluntarios se requiere la interacción compleja de diferentes estructuras cerebrales, como los tractos corticoespinales, los ganglios basales y el cerebelo. Cuando ocurren lesiones nerviosas se producen trastornos del movimiento, los que se pueden clasificar en:

  • Lento o disminuido (trastornos hipocinéticos). El más habitual es el Parkinson.
  • Aumentado (trastornos hipercinéticos). Los más comunes son distonías, tics, temblores, síndrome de piernas inquietas, entre otros.

El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, progresiva del sistema nervioso, en que se origina la muerte de neuronas en áreas específicas del cerebro. El daño principal ocurre en las neuronas que producen dopamina, un neurotransmisor que participa tanto en la regulación de la función motora como en circuitos de recompensa a estímulos. Es la segunda patología neurodegenerativa más frecuente después de la enfermedad de Alzheimer. Es así como, de acuerdo a información del Ministerio de Salud, se estima una prevalencia de entre 100 y 180 por 100.000 habitantes, siendo mayor en personas de tercera edad y en hombres.

La etapa inicial de la enfermedad se caracteriza por síntomas no motores, como pérdida de olfato y alteraciones gástricas, psiquiátricas y de sueño. Luego, se agrega la lentitud para mover el cuerpo, problemas para caminar, rigidez y temblor. Al avanzar la patología, se presenta alteración del equilibro, caídas y problemas de memoria.

Actualmente, no existe una cura definitiva para esta enfermedad, pero sí puede manejarse con medicamentos para controlar los síntomas, lo que tiene buenos resultados en la etapa inicial. Sin embargo, al progresar la enfermedad, puede ser necesario hacer una cirugía.

El procedimiento quirúrgico se llama estimulación cerebral profunda y consiste en la implantación de electrodos en una parte específica del cerebro. Estos electrodos van conectados a un generador instalado en el pecho, cerca de la clavícula, el que envía impulsos eléctricos al cerebro. Así, se reducen los síntomas, pero no se cura la enfermedad ni se evita su evolución. Esta cirugía puede beneficiar al 10% de los pacientes, quienes cumplen con ciertos criterios como sufrir la enfermedad, al menos, hace cinco años y con complicaciones motoras e impacto en la vida diaria; tener salud mental y física compatible para realizarse una cirugía de este tipo, y que los síntomas motores tengan una respuesta adecuada a la levodopa.

Para todos los trastornos del movimiento es importante diagnosticarlos en sus etapas iniciales para realizar un abordaje multidisciplinario y así, manejar los síntomas específicos y ayudar a mejorar la calidad de vida y a mantener a la persona activa el mayor tiempo posible. 

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